Aún estoy recolocando el cuerpo. Pellizcándome. No quepo en la camiseta, por supuesto roja. El domingo, el bar se quedaba pequeño. Tenía el presentimiento de que podía ser. De que algunos sueños se cumplen. Así que secuestré a mi enano de siete años y nos fuimos a verlo en una pantalla gigante. Pintados, enrojecidos y abanderados. A dejarnos la garganta, a regarnos con el camión de los bomberos a sufrir juntos hasta el pitido final.... Continuar leyendo

   ...Con ese y otros cánticos se llenan todavía las calles de este pueblo de las españas. Se distancia el ruido de trompetas y silbatos por la calle. Se van apagando los ecos de las bocinas en calles iluminadas más por las sonrisas de mis compatriotas que por las farolas. De vez en cuándo un claxon, un grito, una canción, que como pellizcos me hacen comprender que no es un sueño. Estamos en la final.

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