Maestro

No quiere arrancar. Ya está. Cierto es que llevaba semana y pico avisando con el testigo naranja en el cuadro. Tengo que cambiar los calentadores. Mañana, si tengo tiempo. Pero mañana era nunca y nunca llegaba pasado mañana, que dice el maestro Sabina. Cero grados y no quiere arrancar, maldito coche del carajo. Al final a por las pinzas y a molestar al vecino y a llegar tarde a la entrevista de trabajo. Otra vez. Qué frio. De camino, con Joaquín de copiloto con su "princesa" a todo trapo, comienza a nevar. ¿Qué pasa ahí? Cámaras de televisión y un nutrido grupo de personas a las puertas de un portal de 2 de mayo. Ecooo ¡que hay manifestación! Y yo ni me enteré. Será por lo de la jubilación a los 67 que tanto cacarean. Ya quisiera yo jubilarme a los 70, y trabajar hasta entonces y no andar de entrevista en entrevista y sembrando de C.V. las ofcinas de personal de medio Valladolid. Hora era, pensaba para mis adentros, de que algún sindicato montase el pollo, que somos cuatro millones, caminito de medio más, los que andamos aporreando puertas. Que se vuelve gris el panorama y uno no tiene a quien pedir y cada mañana se te hace más triste, ver por la ventana como el mundo se pone en marcha y tú no tienes nada que hacer.Y en estas andaba cuando se acaba la cinta y tras cuatro segundos de silencio emerge poderosa la voz de la SER. Con el tono serio de cuando "ha pasado algo gordo". Y ahí me entero. Y me asaltan de repente unas ganas de llorar que no entiendo, ¡si no le conocía!, si le vi tres o cuatro veces y jamás tuve el coraje de siquiera saludarle, que se me antojaba poderosa la figura de aquel abuelo y me empequeñecía con sólo pensar en acercarme. Y me vienen el Mochuelo y el Sisi y el Azarías y Mario y Cayo y el jubilado de "la hoja roja"... a reabrir la puerta de la memoria. Y me estremezco recordando cuando era un niño y por primera vez tuve en mis manos un libro del maestro: "Las ratas". Y cómo sin darme cuenta, fui poblando el estante con sus libros y cómo sin querer, me sumergía en los mundos que Delibes tejía, como una araña experta, atrapándome sin remisión. Y en el carrusel de personajes estaba, cuando me expulsa del desfile la bocina del coche de detrás. Y me descubro una lágrima solitaria y el labio inferior entre los dientes. Y sigue nevando. Y llegué tarde a la entevista, aunque aquí tampoco me van a contratar. Y cuando llegué a casa y recogí las facturas del buzón y otra carta del banco queaverquepasaconlahipotecaquevandosmesesuquenopagas, mi nene me preguntó si el señor del que hablaban en la tele es el de todos esos libros del estante y le respondí que sí, y me preguntó inocente ¿por eso está triste papá?. Y ya en la noche con el pasapalabra, cuando Laurita se llevó el bote, despues de 26 programas, supe que por fin, Don Miguel había llegado a dónde le esperaban y había susurrado un par de respuestas, con su sorna habitual. DEP Don Miguel. Maestro.