He cambiado de móvil. Tenía ganas, no había que pagar y mi móvil "viejo" se había quedado un poco anticuado. Yo quería uno de esos modernos, táctiles, con GPS y demás cositas, así que estúve paseando por algunas páginas hasta encontrar uno que me entrase por los ojos y además tuviese de todo.
Tambien estúve cotejando las tarifas de las compañías, incluso, cuando ya estaba decidido, contacté con mi compañía para saber si me ofertaban algo. Nada. Osea, sí. Me daban teléfonos, pero antiguos ya. Los guapos eran para las altas nuevas, lo de renovar... se ve que en las compañías telefónicas tienen poca fe en que se lleven a cabo.
Así que con mi teléfono y compañía recién estrenados me enfrasqué en rescatar del móvil jubilado, cancioncillas, fotos, vídeos y la agenda. He de reconocer que soy un poco inútil con estas cosas y que como buen español jamás leo las instrucciones. Así que ahí estaba con el "blutú" peleándome con la agenda. ¿éste quién es? - me dije a mi mismo cuando leí Alfonso junto a una serie de números. Y ahí empezó el calvario. Me encontré con teléfonos de gente que ni recuerdo quienes son, ni desde cuando están ahí, ocupando espacio en mi tarjeta de 64Mb. Jo. Con los que dejé olvidados en el andén del "blutú" fijo que habría sacado espacio para algún jueguecito guapo. Luego están los de "este no lo pierdo", que son esos teléfonos de tipos con los que a lo mejor no he hablado en todo el año, pero no se porqué me da "pereza" borrarles. Está Javi, de León, hace por lo menos dos años que no hablamos y nos conocemos hace como13 o 14. Está Mariano, uffff Mariano. Hicimos la mili juntos. Ya hace 20 años, que se dice pronto. Le vi una vez (qué ilusión me hizo) hará cinco o seis años en un centro comercial. Iba con la familia y con prisas, así que intercambiamos los números. Y hasta hoy.
Estaba Luis, un compañero de trabajo de hace cinco años. David, que es amigo de la infancia y ahora apenas nos vemos. Juán Carlos el del pueblo... Qué cosas. Ahí es cuando uno se da cuenta de las personas que son o no importantes para uno mismo. Cambiando de teléfono. Te das cuenta de que al final, después del cava, cuando ya tu nuevo terminal navega por primera vez, son muchos los contactos que se van haciendo pequeños en el puerto del viejo teléfono, mientras agitan diminutos pañuelos blancos. Y que algunos de los pasajeros del nuevo Titanic, viajan por si acaso. Por si un día. Por si alguna vez. Y uno se sorprende admitiendo que es didícil dejar en el contenedor de reciclaje ese extremo de un hilo del que no tira, pero que no quiere perder.
Hace unos años, viajando a Madrid, recibí una llamada de trabajo. Como estaba justo a la entrada de un área de descanso me detúve para poder conversar. Mientras paseaba, con la oreja roja, encontré, olvidado sobre un banco, un teléfono móvil. Como no había nadie más, lo rescaté, comprobé que estaba encendido y operativo y me lo llevé. Buceando en la agenda encontré la forma de localizar al dueño legítimo y poder así devolverlo. Tuve que enviarlo a Valencia. Y el dueño, además de llamarme para agradecérmelo, me envió unos cd. Todo un detalle.
Pues bien. Cuando regresé a casa, estaba convencido de que tenía que hacerme una copia de seguridad de la agenda del móvil. Venía con los sudores fríos de pensar en qué habría ocurrido si me pasase a mi. Si lo pierdo. Si me lo roban, se cae y se escacharra....
... y aún sigo sin hacerla. Ainssss