Se llama Ana. Es rubia. Y tiene una mirada que es un brazo asomando entre escombros. Un grito de socorro. Te mira y de inmediato, sientes que necesita ayuda. Tiene dos ojos verdes, de un verde imposible, de un verde nórdico que no se ve por estos lares. Ojos importados de Finlandia o Suecia, de países fríos, donde hacen falta ojos que quemen cuando miren, que de puro brillo deslumbren y sea imposible esquivarlos. Ana tiene ojos hechos para dar calor... Continuar leyendo