Aún estoy recolocando el cuerpo. Pellizcándome. No quepo en la camiseta, por supuesto roja. El domingo, el bar se quedaba pequeño. Tenía el presentimiento de que podía ser. De que algunos sueños se cumplen. Así que secuestré a mi enano de siete años y nos fuimos a verlo en una pantalla gigante. Pintados, enrojecidos y abanderados. A dejarnos la garganta, a regarnos con el camión de los bomberos a sufrir juntos hasta el pitido final.... Continuar leyendo