Se llama Ana. Es rubia. Y tiene una mirada que es un brazo asomando entre escombros. Un grito de socorro. Te mira y de inmediato, sientes que necesita ayuda. Tiene dos ojos verdes, de un verde imposible, de un verde nórdico que no se ve por estos lares. Ojos importados de Finlandia o Suecia, de países fríos, donde hacen falta ojos que quemen cuando miren, que de puro brillo deslumbren y sea imposible esquivarlos. Ana tiene ojos hechos para dar calor.
Elige mesa y silla y se sienta y me invita a sentarme y luego nada. Espera. Se instala sin artificios y crea como sin esfuerzo una atmósfera de colegueo, de naturalidad, de aquí unos amigos. No habla. me viene con la boquita cosida y se pide un nosequé de limón. Así que hablo (ella se lo buscó). Y escucha.
Ana sabe escuchar, y se nota que tiene tablas en eso, que prestar el oido tiene despacho propio en su día a día. Le asoma una sonrisa, de "a mi con estas", habla habla, que de esto se. Y esucha y crees que pone atención y te crees que te hace caso y te crees que te comprende y tú con tus parábolas indescifrables. Y luego no. Luego descubres que te hace casito de verdad, que te pone atención, que te está escuchando, y lo que es peor, que te está entendiendo, todo todo todo. Y lo ves, porque en un impás bajas del atril y la comtemplas y sus ojos brillan más y una lagrimita asoma indecisa y sabes que le has llegado.Y se le cae el caparazón a cachitos, se derrumba todo su muro de chica dura y se me queda en nada. Y me gusta, porque se muestra tal cual, y no necesito tirar de bisturí ni hurgar en las heridas porque no hace falta, porque es transparente , porque ya está esta carabela hundidilla y salen a flote todos sus cofres de madera, con sus etiquetas, emergiendo del naufragio general. Y se deja ver que es ordenada en la vida y con las cosas y asoman cicatrices viejas, algunas muy feas, y que es tan sincera como aparenta. Intuyes por qué está mal. Aunque no haces por averiguarlo. Y se nos escapa la tarde. Y ahora me gusta más, porque asoma la Ana que conozco, que es juvenil, que se resiste a crecer, me fijo en su piercing y apuesto a que hay algún tatuaje bajo la ropa, que no pienso descubrir.Rebusco entre las etiquetas de sus cofres y tropiezo con un baul repleto de valentía, su alijo de dos gramitos de locura, un enooorrrrme corazón, picadito de dudas, flotando sólo, sin saber por quien latir, una pizca de inocencia con solera, descubro un atizbo de mal genio, de ese que explota y muere en un santiamén, no es una detonación, sino un petardo, imposible que dañe, una máscara de humo y un poquito de ruido, y ya. y ya pasó. Rescato del mar su cajita de los secretos y me niego a echarle una ojeada, me conformo con dos pincelada sobre "su historia", sobre teléfonos escondidos, con batérías siempre agonizantes...
...Y la acompaño hasta el coche. Ha sonado la campana del último asalto. Y la veo venir, con la guardia baja, retengo los puños, y renuncio a la pelea. Que no me vale . Que para otra vez quiero rival. Y nos despedimos con dos castísimos besos en la mejilla.
Se llama Ana. Es rubia. Y un día, pronto, le escribiré un cuento, porque ya se lo debo.